martes, 21 de noviembre de 2017

NOCTURNA-MADRID V; FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE FANTÁSTICO DE MADRID



Entre los días 25 y 29 de octubre de 2017 se celebró la 5ª edición de NOCTURNA MADRID-FESTIVAL INERNACIONAL DE CINE FANTÁSTICO. Aunque cambiando de sede ­-el cierre del cine Palafox motivó el traslado del festival al muy cercano Cine Proyecciones, al que se ha unido el uso de una de las salas de Matadero Madrid (por la que hay que dar gracias al ayuntamiento de nuestra ciudad)-, hemos visto este año un festival totalmente consolidado, con una programación muy atractiva tanto en lo que concierne al cine actual como en cuanto a ese necesario complemento que siempre es la merecida atención a los clásicos. 
Una oportunidad que coincidía con la presencia de ilustres invitados de honor relacionados con ese cine de antaño y que siempre será una de las grandes bazas de Nocturna: ese fue el caso de Narciso Ibáñez Serrador (el gran “Chicho”), del que pudimos ver en pantalla grande sus dos únicos y majestuosos largometrajes: La residencia (1970) y ¿Quién puede matar a un niño? (1976); de Caroline Munro, de la que se proyectó Maniac (Maniac, 1980, William Lustig), o  de Don Coscarelli, del que pudimos ver Phantasma (Phantasm, 1979). Otro de los invitados fue el no menos popular Jack Taylor, a quien tanto le debe el fantaterror de la década de los 70. En cuanto al cine actual, la proximidad del Festival de Sitges, finalizado pocos días antes de comenzar Nocturna, ha favorecido de un modo nada casual la repesca para el público madrileño (y para los visitantes venidos de otras provincias, que cada vez son más) algunas de las cintas que pudieron verse en la cita catalana. Una “hermandad” la de ambos festivales que se pretende sea duradera, y que, de alguna manera, se debe a la participación de Diego López (uno de los miembros del staff del Festival de Sitges) como programador de este Nocturna.
Nocturna continúa pues fiel a ese compromiso con el aficionado de construir un ambiente amigable y cercano, tanto en las proyecciones como, sobre todo, en el gran número de actividades paralelas integradas igualmente en el marco del evento, que, en cierta manera, son una cita más interesante incluso que el simple visionado de películas, pues la facilidad que la tecnología nos da hoy en día para cubrir dicho objetivo no hace sino minusvalorar en cierto modo el valor de esa experiencia. De ahí que tener la oportunidad de estar presente en charlas con grandes figuras del Cine fantástico, e incluso el tener contacto directo con ellas, se afronte como una vivencia difícil de superar. Las proyecciones del Cine Proyecciones, que se iniciaban sobre las cinco de la tarde para continuar hasta bien entrada la noche, no han sido, por tanto, ni mucho menos el plato principal del festival, pues esas actividades paralelas a las que pudimos asistir en el FORUM FNAC de Callao durante todas las mañanas, con encuentros, charlas, presentaciones y master class relacionadas con el Cine Fantástico amenizaron al público desde, más o menos, las 10 de la mañana hasta pasadas las 2 de la tarde, siendo coordinadas estas actividades paralelas por el incallable (e incansable, a la par que amable) Antonio Busquets. De entre ellas, sin duda, desde un punto de vista estrictamente personal, la más interesante fue la master class sobre efectos de maquillaje impartida por Nacho Diaz, uno de los profesionales de nuestro país más afamados, que realmente sorprendió a todos los asistentes, muy especialmente por una demostración práctica que nos dejó obnubilados. A ese mismo Forum Fnac asistieron los diversos días la totalidad de los homenajeados (excepto “Chicho”, dada su avanzada edad y estado de salud, al que solo pudimos ver en el escenario antes de la entrega del premio que el festival le otorgó y del pertinente posado en el photocall), dispuestos todos a contestar cualquier pregunta de los asistentes, a comentar las “batallitas” de su ya larga carrera profesional y a compartir la afición y amor por el cine.
 
Desde el punto de vista de los que acudimos acreditados al Festival hay que dar las gracias a la estupenda organización (con el siempre cercano y amable Sergio Molina como líder de todo el staff), muy en especial por el nuevo modo (yo nunca lo había visto, ni en este ni en ningún otro festival) en que los acreditados podían acceder a sus entradas para las diversas sesiones, sin necesidad de agobios desde primera hora de la mañana sentados frente al ordenador, ni de estar pendiente de ello cada uno de los días del festival, cosa que sí es habitual en otros festivales (incluso en las ediciones previas de Nocturna), pues en Nocturna-Madrid 2017 los acreditados podían seleccionar todas las proyecciones a las que deseaban asistir de una sola tacada y antes del mismo inicio del festival: más cómodo imposible. Y mucho más importante que lo anterior, debe darse las gracias por el trabajo realizado, el cariño repartido y ese amor por el cine que les sale por los poros al elenco organizador de NOCTURNA MADRID: José Luis Alemán, Sergio Molina Primavera, Marisa Muñoz y el ya citado Antonio Busquets, sin olvidar a la aguerrida infantería que nos atendía por teléfono, por email o en persona para cualquier necesidad que tuviéramos. Gracias a ellos podemos seguir disfrutando del festival que siempre mereció tener la capital de España, una cita obligada para todos los aficionados al cine en general y al fantástico en particular, por la que nunca deberemos dejar de congratularnos.
NOCTURNA-MADRID continúa siendo (este año aún más por muchos motivos) un lugar donde vivir esa experiencia que supone asistir a un festival de cine; algo muy diferente a la sencilla asistencia a una sala que cualquiera puede experimentar cualquier día del año; pero aquí, en cambio, siempre rodeado de amigos que comparten similares gustos e intereses culturales en un clima de hermandad difícilmente repetible en otro contexto.
Para aquellos a quienes les interese el Palmarés, dejo el siguiente link: http://nocturnamadrid.com/es/noticias/palmares-v-edicion-festival-nocturna-madrid , con el que unos estarán de acuerdo y otros no tanto. Algo que en realidad no es lo más importante, pues aquello que realmente debe interesarnos es mantener este lugar de encuentro que los madrileños siempre merecimos. Gracias, por todo ello, de nuevo, a la mejor organización que podíamos tener.

Juan Andrés Pedrero Santos

martes, 17 de octubre de 2017

Presentación FESTIVAL NOCTURNA 2017



En la mañana de hoy 17 de octubre de 2017 ha sido presentada la nueva edición del FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE FANTÁSTICO DE MADRID: NOCTURNA. Con la asistencia de los organizadores (José Luis Alemán, Sergio Molina Primavera y Antonio Busquets), así como numerosos miembros de la prensa (la sala de la FNAC de Callao estaba llena como nunca) hemos podido conocer las novedades del Festival en cuanto a su sede y nuevas líneas de programación. Del mismo modo se han comentado las numerosas actividades paralelas que tendrán cabida en el festival durante las mañanas en el salón de actos de la FNAC de Callao (habrá actividades desde el miercoles 25 de octubre hasta el sabado 28, aproximadamente desde primera hora de la mañana hasta las 14 horas).


Ha sido un acto distendido, lleno de amigos y colegas (además de café y canapés), que augura una nueva edición que se presume con la mejor selección de películas quizás de toda la historia del festival.

Para más información, compra de entradas y demás podeís visitar la web del festival: web de Nocturna

lunes, 18 de septiembre de 2017

CINE-BIS Nº 7 ¡ya a la venta!


¡Por fin!, todo llega en esta vida, y ya está a la venta el nº 7 de la revista CINE-BIS, dedicada al cine de género y posiblemente la publicación sobre cine de mayor calidad de este país. Edita, produce y dirige el gran Javier G. Romero, del que nunca se puede esperar otra cosa que la pura excelencia. 

PEDIDOS: escribiendo a quatermass@hotmail.com
                             
                                                       (Pinchar para ampliar imagen)

viernes, 8 de septiembre de 2017

VUELVE "NOCTURNA" V Festival Internacinal de Cine Fantástico





DEL 25 – 29 OCTUBRE 2017
VUELVE NOCTURNA MADRID

APERTURA DE INSCRIPCIONES PARA LA V EDICIÓN

El Festival Internacional de Cine Fantástico NOCTURNA MADRID anuncia la apertura de las inscripciones para su quinta edición, que se celebrará del 25 al 29 de octubre 2017 en Cinesa Proyecciones.

Desde hoy hasta el 1 de septiembre, el festival recepcionará cortometrajes y largometrajes, nacionales e internacionales, cuya temática gire en torno al género Fantástico en todas sus vertientes (Ciencia Ficción, Terror, Thriller, Animación…).

Toda la información para las inscripciones, se encontrará en la página web



Como en anteriores ediciones, la inscripción es gratuita mediante envío físico a las oficinas del festival y tiene un coste de 2 euros (cortometrajes) / 3 euros (largometrajes) a través de la plataforma Festhome.

SECCIONES A COMPETICIÓN

Nocturna Oficial Fantástico (NOFF)
Nocturna Oficial Dark Visions (DARK)
Nocturna Oficial Cortometrajes (NOFC)

SECCIONES FUERA DE COMPETICIÓN

Nocturna Oficial Fantástico Panorama (NOFP)
Nocturna Panorama Cortometrajes
Nocturna Maestros del Fantástico (MASTERS)
Nocturna Retrospectiva (CLASSICS)
Nocturna Kids (NKID)


Tras el cierre de la que fue su sede, el Cine Palafox, esta nueva edición del festival producido, como en años anteriores, por La Cruzada Entertainment reunirá a los amantes del género y a aquellos que asisten por primera vez a NOCTURNA MADRID en torno a una nueva sede principal: las salas 1 y 2 de Cinesa Proyecciones (calle Fuencarral, 136).

El festival afronta su quinta edición con fuerzas renovadas y con el ánimo de sorprender al aficionado. Además del cambio de sede y fechas, NOCTURNA MADRID renueva su imagen acercándola más a la ciudad de Madrid, que la acoge, y otras novedades que iremos desvelando próximamente.

Un año más, el equipo del NOCTURNA MADRID está trabajando para ofrecer las mejores películas de género, las visiones más interesantes del nuevo cine fantástico del circuito independiente, premieres internacionales, clásicos y, como siempre, la visita de los homenajeados, que convertirán también a la sede de Cinesa Proyecciones en una fiesta.

Desde su primera edición en 2013, NOCTURNA MADRID ha traído a la capital lo mejor del Cine Fantástico, largometrajes y cortometrajes, muchas veces proyectados por primera (¡o única!) vez en España ; homenajes a figuras como Robert Englund, Joe Dante, Tobe Hooper, John Landis, Álex de la Iglesia, Darío Argento o  Jaume Balagueró, entre otros; encuentros con el público y actividades paralelas que han convertido a Madrid en el escaparate del cine de género durante esos días.

Este octubre volvemos a reunirnos.

Hasta entonces, puedes seguir nuestras novedades en :

martes, 15 de agosto de 2017

EL DÍA DE LA BESTIA (1995, ALEX DE LA IGLESIA)



Todavía hoy recuerdo el día en que convencí a algunos amigos para alquilar el VHS de Acción mutante (1993) –primer largometraje de Álex de la Iglesia tras su desternillante y siniestro corto Mirindas asesinas (1991)–, que yo había visto previamente en el cine y sobre el que sentía la necesidad y la obligación de difundir su conocimiento entre mis allegados, compartiendo con ellos todo el entusiasmo que despertó en mí su frescura y su carácter subversivo, esperando, incauto yo, que les maravillara y divirtiera tanto como a mí. La noche elegida para el evento fue nada menos que la de una Nochebuena cercana a su estreno, pues nada mejor teníamos que hacer en momento tan señalado y algo que, de algún modo, certificaba mi afinidad con Álex de la Iglesia en vista del argumento de la posterior El día de la bestia. Las expectativas no defraudaron: mis amigos me pusieron a caer de un burro y continué tan incomprendido como siempre; o, desde mi punto de vista, casi todo el resto del mundo continuaba siendo tan incomprensible para mí como siempre lo había sido. La anécdota no es baladí desde el momento en que la aparición de Álex de la Iglesia en el panorama cinematográfico español –por circunscribir artificialmente un hecho que asumo de mayor alcance que el doméstico– significó la puesta de largo, la presentación en sociedad, la salida del armario, o como se le quiera llamar, de unos gustos y formas de mirar las cosas aparentemente marginales que por la fuerza de la acumulación, persona a persona, friki a friki, iban a dejar de serlo, o al menos comenzaban a adquirir una visibilidad en los medios y una presencia y reconocimiento en el mundo de la cultura oficial que no habían tenido hasta entonces. Hoy todo aquello ya está superado (espero), e incluso el Día del orgullo friki merece cada año obligada referencia en noticiarios televisivos y diarios de tirada nacional, lo mismo que las Tomatinas de la valenciana localidad de Buñol, los carnavales de Santa Cruz de Tenerife o la Feria de Abril de Sevilla; y hasta el señor Álex de la Iglesia tiene ya entre su currículo nada menos que el haber sido presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.

Y es que De la Iglesia representa la personificación en carne y hueso (hace años más en carne que en hueso, aunque el chico todavía hoy me siga comiendo bien) de una realidad generacional –sí, marginal, de acuerdo, pero generacional al fin y al cabo– que fue la de aquellos que tuvieron la oportunidad de hacer coincidir esa etapa de formación vital, cultural, efervescente, receptiva y creativa tan sensible, a veces insoportable, que es la adolescencia, con aquel período tan mágico que demostraron ser los años ochenta; donde, especialmente en lo que se refiere al cine, quienes tuvimos tamaña suerte pudimos experimentar como espectadores y aficionados al cine fantástico los mejores años de nuestra vida. Es por ello que Álex de la Iglesia no es (o fue) únicamente uno de los nuestros, sino que se convirtió en el altavoz y portavoz de los que no éramos tan pocos como parecía. En esa circunstancia reside el secreto del relativo éxito y la importancia de sus dos primeras películas, integrantes de una carrera que, aun con un par de bandazos por el camino, se ha mantenido con considerable coherencia hasta el día de hoy, y que, cómo buena muestra de la autoconciencia que presidía las decisiones de De la Iglesia, prácticamente todas las películas que integran su filmografía han sido protagonizadas por seres marginales; de algún modo perdedores, antihéroes, inspirando simpatía y lástima a partes iguales, aludiendo esa condición de diferente que ya institucionalizó el británico James Whale con sus dos cintas dedicadas al monstruo de Frankenstein en el seno de la Universal durante la década de los treinta.

En El día de la bestia De la Iglesia traza con una mayor perfección formal, un ritmo estable y un más afinado tino conceptual el camino que ya había iniciado en toda su todavía escasa obra previa, comprometido desde la sátira con la representación de la sociedad donde creció, adaptando un discurso de género a su visión tragicómica y berlanguiana de la realidad, a menudo evocando el tratamiento que el dibujante Francisco Ibáñez hace de las aventuras de sus ilustres personajes Mortadelo y Filemón. Álex Angulo es Ángel Beriartúa (un triste y recientemente fallecido Álex Ángulo a quien nadie supo sacarle la vis cómica mejor que De la Iglesia), un sacerdote catedrático en teología por la Universidad de Deusto, nada menos, convencido de haber desentrañado en la profecía del Apocalipsis un mensaje en clave que no hace sino anunciar el nacimiento del anticristo; teniendo lugar tan aciago evento en tal día como aquel en el que transcurre la trama de la película, para más señas día de Nochebuena. El cura toma conciencia de que su descubrimiento es conocido por las fuerzas del mal, pues ya recibe señales mortalmente negativas en el templo donde confiesa tan terrible revelación a un compañero de fe –con exteriores rodados en el arquitectónicamente singular Santuario de Nuestra Señora de Arantzazu, de Oñate (Guipúzcoa), incomprensiblemente no acreditados–. Para conseguir contactar con Satanás, y así tener una oportunidad de conocer el lugar exacto del acontecimiento y la oportunidad de evitarlo, viaja a Madrid, relacionándose de ese modo la moderna urbe con todo aquello que significa el diablo. Allí, el sacerdote empleará sus esfuerzos en hacer el mal todo lo que puede (roba a mendigos, raya la pintura de los coches con una llave, niega la extremaunción a moribundos, descuelga de la pared y esconde un crucifijo de la habitación, trata de dormir con sobredosis de medicamentos a una supuesta doncella con el fin de extraer la sangre de virgen necesaria para el ritual con el que invocar a Satanás,..., maldades todas muy inocentes), y será entonces cuando descubre la figura del profesor Cavan (Armando De Razza) en la televisión del escaparate de una tienda de electrodomésticos, un charlatán sensacionalista de un programa de televisión que se vende a sí mismo como una especie de doctor Jiménez del Oso, y en quien el padre Ángel verá a alguien capaz de ayudarle en su misión de salvar al mundo.

Acompañará a ambos el grotesco José María (Santiago Segura), un heavy gordo, sucio, musicalmente satánico y de Carabanchel que les ayudará voluntariamente en sus correrías –no como Cavan, que es torturado por el sacerdote hasta que accede a prestarle sus conocimientos– en pos de la resolución de la incógnita a partir de la cual el clérigo pretende proteger a la humanidad. Reincidiendo en la correspondencia entre la gran ciudad y el reino del mal, se asemejan los edificios Puerta de Europa de la madrileña Plaza de Castilla (más conocidos por los oriundos como las Torres Kio) con el símbolo del anticristo. Dada la identificación de una de las torres con la entidad de crédito Bankia (antigua Caja Madrid), cuyo emblema preside las alturas del edificio y pese a lo premonitorio del asunto respecto a los tiempos que vivimos y a la acertada e irónica e inconsciente coincidencia que supone, no deja de ser una eventualidad a medio camino entre lo siniestro y lo ocurrente, aparentando más que una casualidad un acertado barrunto por parte de De la Iglesia y de su afamado guionista de cabecera, Jorge Guerricaechevarría, cuando además son una pandilla de fachas de libro quienes actúan como sicarios de Satanás.

Lo más representativo del cine de De la Iglesia, especialmente notable en El día de la bestia, es su capacidad para impregnar de casticismo cualquier temática de la que se ocupe, por foránea que pudiera parecer dada la lógica tendencia a identificarla con el cine americano, como es el caso, demostrando que también las calles de Madrid pueden ser un escenario creíble para cualquier historia, por extravagante y fantástica que sea. Inspirándose en la visión sucia y degradada del Nueva York de los setenta durante la crisis del petróleo que fue utilizada por Martin Scorsese en su Taxi Driver (Taxi Driver, 1976), Alex de la Iglesia acomoda esa misma experiencia visual a un Madrid que realmente existe –como en cualquier otra gran ciudad, aunque hubiera que buscarla con lupa– y lo convierte en un escenario idóneo para una historia satánica como la que propone. El acercamiento del tema al espectador español se hace así más digerible que si transcurriera en cualquier lugar anónimo o localizado en otro país; más si ese marco general se concreta luego en pensiones de mala muerte, cutres establecimientos de venta de vinilos y cintas de casete, tiendas abiertas veinticuatro horas o siniestros, oscuros y sucios callejones. Todo hasta el punto de convertir el anuncio luminoso de Schweppes de la Plaza del Callao en un icono cinematográfico –como King Kong (King Kong, 1933, Ernest B. Schoedsack, Merian C. Cooper) hizo con el Empire State Building de Nueva York– que ya desde antes era popularmente aceptado como uno de los símbolos identificativos de la ciudad de Madrid.

De la Iglesia, que se anticipa al relativo resurgimiento del fantástico en el cine español en las puertas del siglo XXI, sin embargo contradice la tendencia que ya había sido protagonista durante la época gloriosa de las coproducciones de los setenta y que sería repetida luego por aquel experimento surgido de la catalana Filmax y bautizado como Fantastic Factory, quienes tenían como pilar básico el de producir películas que no parecieran españolas, dándoles un artificial barniz cosmopolita que las deslocalizara y contribuyera a su mejor exportabilidad y a una más rentable explotación comercial de ámbito internacional. Álex renuncia a tan facilona opción y defiende la alternativa de construir un cine fantástico español no sólo que parezca español –para bien o para mal– sino que base precisamente en esa personalidad propia uno de sus principales atractivos y elementos diferenciadores. De ese modo el director asume y fagocita el legado de todo el cine español previo, especialmente el que obtuvo de la comedia crítica sus mayores réditos, a veces mal entendidos o minusvalorados, modernizando la mirada y adaptándola a su generación; algo que igualmente ha sabido hacer Santiago Segura en sus labores como director –hablo de la saga dedicada al casposo e irreverente ex-policía José Luis Torrente– que, pese a su enorme éxito comercial, es despreciado por buena parte del público y de la crítica, cuyo envaramiento intelectual y el escaso sentido del humor que demuestran les incapacita para comulgar con premisas tan groseras y políticamente incorrectas, a la par que divertidas, haciendo tanto de la falta de moderación y del humor negro más descarnado sus principales bazas, así como introduciendo como requerimientos de su tono un poco de masoquismo respecto a la esencia patria y cierta falta de condescendencia con nuestros defectos e idiosincrasia, tanto como individuos tanto como sociedad.

Tras su aventura, los ahora inseparables padre Ángel y Cavan quedan más marginados aun de lo que lo estaban antes, viviendo en la indigencia pero todavía sintiéndose los orgullosos responsables de haber salvado a un mundo que según ellos vive en la inopia, ofreciendo un final agridulce alimentado en los dos contradictorios sentimientos que lo configuran por la evocación tanto del paseo de espaldas a la cámara que nos ofrecen el capitán Renault (Claude Rains) y Rick (Humphrey Bogart) en Casablanca (Casablanca, 1942, Michael Curtiz) como de la triste y desesperanzada forma en que se pierden entre la multitud un padre en paro y su hijo en el plano final de esa maravilla atemporal que es Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette, 1948, Vittorio De Sica).                  

  

Juan Andrés Pedrero Santos

miércoles, 10 de mayo de 2017

¡¡¡¡Nuevo corto de JOSÉ MANUEL SERRANO CUETO!!!!



"EL EXTRAÑO CASO DEL DR. TOÑITO", CORTOMETRAJE CON MUPPETS PARA ADULTOS
Rodado íntegramente en Cádiz, y con el carnaval de fondo, El extraño caso del Dr. Toñito es un cortometraje de animación con muppets destinado al público adulto.
Rodado en Cádiz el pasado noviembre, El extraño caso del Dr. Toñito comienza pronto su recorrido por festivales, aunque es consciente de su peculiaridad: se trata de un corto de animación con "muppets" (marionetas tipo "Barrio Sésamo") que sin embargo no está destinado al público infantil, sino a los mayores, ya que contiene escenas gore y de sexo.
El extraño caso de Dr. Toñito cuenta la historia de Toñito, un tipo apocado que desea convertirse en alguien guapo y de éxito. Tiene como modelo a su vecino, un famoso comparsista del carnaval gaditano, y para parecerse a él inventa una pócima. Sin embargo, la pócima tendrá unos efectos devastadores... La voz de Toñito la pone Álex O'Dogherty y la de su vecino el actor Manuel Tallafé, al que se ha podido ver en numerosas películas de Álex de la Iglesia. Ambos gaditanos, al electo de actores también se unió Ana López Segovia, de la compañía Chirigóticas, y como contrapunto al acento gaditano, la voz en off la ha puesto Pedro Casablanc.
Dirigido por José Manuel Serrano Cueto ("Contra el tiempo", largo documental nominado al Goya, "Pelucas", "Yo quise hacer Los binguros 2"...), El extraño caso del Dr. Toñito cuenta con muñecos creados por Puppets Marionetas Company, que junto a las productoras Veo Veo y Piquer's Trunk Films han hecho posible la película.

Para más información, material y entrevistas:
Jesús Toledo
628 75 35 68
José Manuel Serrano Cueto
649 642 566

sábado, 29 de abril de 2017

“GOOF! LOS MEJORES GAZAPOS DEL CINE”, nuevo libro de Víctor Arribas




Lo primero que hay que decir de este nuevo trabajo del periodista y escritor Víctor Arribas es que tiene un grandísimo defecto: no incluye un índice onomástico para poder localizar entre sus trescientas amenas páginas cada una de las películas sobre las que el autor tiene algo que contar.

            Y es que, después de leer la multitud de anécdotas sobre películas, actores o directores que Arribas se anima a relatar, uno desearía disponer de esa herramienta tan útil en según qué clase de libros para sacarle todo el partido después de una primera lectura. La opción, cuando en el futuro, después del primer acercamiento a “Goof! Los mejores gazapos del cine”, queramos retomar alguno de los interesantes ejemplos convocados, será volver a realizar el ejercicio de perderse entre sus páginas con despreocupación hasta dar con el objeto de nuestro concreto interés.

            Tal y como explica el autor en sus primeras líneas, Goof es una de las denominaciones que los norteamericanos utilizan para referirse a los gazapos en el cine. Entre ellos hay muchos por todos conocidos, como los famosos relojes de pulsera a la vista en alguna película de romanos, o los jeans bajo la túnica de algún guerrero medieval. Arribas no se olvida de catalogar con todo tipo de detalles los de esa clase tan común, pero el interés de las páginas de este volumen reside, muy especialmente, en todos los puntos de vista y facetas diferentes entre las que Víctor consigue obtener curiosidades aparentemente inéditas o escondidas de esas pequeñas o grandes obras de arte que son las películas. Capítulos como los titulados “Lo que el doblaje se llevó”, “Los mapas se han vuelto locos” o “Con el título hemos topado” inspiran parte del alcance del contenido que podremos encontrar en el libro; pero hay mucho más.

Lo mejor, lo inesperado, es algo mucho más saludable que esa labor arqueológica y catalogadora de esta opción tan interesante elegida para hablar sobre cine, y es que el conocido periodista madrileño aprovecha, subrepticiamente, de alguna manera de forma ajena al más visible objetivo del libro, para explayarse en contar cómo nació su afición al cine, como esta creció, qué cintas se convirtieron en las columnas donde apuntaló su cinefilia o cuales son sus filias y sus fobias –a pesar de que no comparta con él su disgusto ante el remake que Steven Spielberg realizó del clásico La guerra de los mundos, para mí una de las obras maestras del Rey Midas de Hollywood–. En definitiva, más allá de lo que el autor vende como el propósito fundamental de su trabajo, encontramos el subyacente y sincero ejercicio de exhibición de amor por el cine que Arribas no trata de esconder en absoluto; todo lo contrario, se desvive, bajo el disimulado pudor que le otorga su prosa tranquila, educada y clara, aprovechando la indefinición genérica del tema tratado, en desvelar todas aquellas películas que por uno u otro motivo considera importantes, para la historia o para sí mismo, o ambas cosas a la vez. Esa transparencia, que transmite con menos retórica que otras de sus obras previas –esos dos magníficos volúmenes dedicados al Cine Negro editados por Notorious– su íntimo sentir pasional acerca del objeto de estudio, conecta al autor con el lector transformando esa relación virtual en una charla entre dos amigos que conversan sobre aquello que más les gusta: el Cine, así, con esa mayúscula mayestática que a Víctor le gusta resaltar.

Editado por Espasa Calpe –es una suerte que la notoriedad pública derivada de la profesión del autor sirva para que las grandes editoriales se interesen por él–, estamos ante un físicamente discreto pero atractivo volumen en rústica con solapas, cuya cubierta, de un brillante color rojo, anima a lanzarse sobre su lectura tanto como a seguir haciéndolo una vez el lector ha iniciado la satisfactoria tarea de adentrarse entre sus primeras páginas.



Juan Andrés Pedrero Santos

domingo, 5 de marzo de 2017

EL LABERINTO DEL FAUNO (2006, Guillermo del Toro)




Muy propio es del cine de Guillermo del Toro distraer sutilmente la atención de lo que en apariencia es el foco elegido por el cineasta sobre el que contarnos algo, para terminar, sin embargo, hablándonos de otra cosa muy diferente, siempre con un alcance más universal que aquello que resaltaba en la superficie. Sin más pretensión que describirlo, sin duda es un buen ejemplo de cine de autor. Pero no se trata de un ejercicio de dispersión inconsciente, producto tan solo de intereses latentes que afloran involuntariamente del trabajo de un artesano a sueldo, como la canónica política de los autores estableció en los años cincuenta en esa Francia que descubrió a los grandes genios del cine americano. Ni mucho menos; en el caso del mexicano siempre estaremos ante una propuesta intencionada, a cuyos efectos, mecanismos y resortes han precedido meses, sino años, de estudio, preparación y reflexión. Su objetivo con tan recurrente pericia es demoler las expectativas preestablecidas acordes con la piel del relato como un modo de llamar la atención sobre el verdadero contenido, la profundidad de sus vísceras, ninguneando los lugares comunes que por su propia inercia han terminado por perder, quizás no todo, pero sí gran parte de su significado, reinventando esa epidermis ya casi invisible ante cualquier intento de aprehensión automática de su sustento, convertida como ha quedado en un mero cliché.

Dicho sea de paso, esa cualidad de acopiar entrelíneas un relato diferente a la literalidad del texto más evidente define la misma esencia del género fantástico, del que Guillermo es demostrado embajador. Desde otro punto de vista, igualmente se puede defender que el director insiste en contar siempre la misma historia aun vistiéndola de ropajes diversos. Más aun si se toma como referencia la propia opinión que tiene Del Toro sobre el cine de Hitchcock, una de sus grandes debilidades, del que dice dirigía siempre la misma película; del mismo modo que Pierre-Auguste Renoir (padre del director Jean Renoir) mantenía la idea de que todo pintor pinta siempre un mismo árbol durante toda su vida, anécdota a la que repetidamente ha hecho referencia Del Toro. Sin duda, mucho de eso hay en el discurso del de Guadalajara, en cuyo cine devienen como recurrentes concretas temáticas de fondo, una paleta cromática identificable en su autoría, así como esas similares influencias artísticas, preocupaciones éticas y relaciones humanas entre personajes que se confabulan para parametrizar lo que define el cine del tapatío. Elementos que Del Toro integra en escenarios dispares finalmente siempre arrastrados hasta su territorio espiritual, ya sea «la tienda de un anticuario mexicano, las alcantarillas de Nueva York, la bodega de un colegio para niños huérfanos y abandonados durante la Guerra Civil española, las callejuelas oscuras de Praga, localizaciones de nuestra posguerra o el cuartel general de unos robots gigantes»[1]; en cualquiera de ellos el goticismo ético y estético encuentra su justo lugar y razón de ser.

Ambientada en los albores de nuestra posguerra, El laberinto del fauno (2006) pretende ser la segunda película de una proyectada trilogía “española” iniciada con El espinazo del diablo (2001) y que «si la vida, la salud y las circunstancias lo permiten»[2] –dice Del Toro– finalizará con la que llevará por título 39-93. En El laberinto del fauno fantasía y realidad se confunden sin establecer límites precisos, al menos desde el punto de vista de quien nos guía a través del relato: Ofelia (Ivana Baquero), pues en la visión del resto de personajes no existe asomo alguno de algo que no sea la más cruda realidad. Y es que lo que se establece entre los dos universos a los que accede Ofelia no es un contraste –como pudiera sobreentenderse a priori en un enfrentamiento entre realidad y fantasía–, dado que, cada uno desde una perspectiva diferente, ambos espacios son siniestros por igual. Muy al contrario, existe un paralelismo en cuanto a esa condición siniestra de la vida “real” de Ofelia –su madre ha contraído segundas nupcias con un despiadado y brutal capitán del bando fascista, padre del que será su segundo hijo y destinado al frente de un destacamento militar cercano a un reducto de maquis– y el mundo fantástico colmado de seres extraordinarios al que queda vinculada la niña, nunca sabremos si durante sus estados de vigilia o durante el sueño –un enigma que enriquece enormemente la película–, cuyo detonante parece haber sido la combinación de ese innato mundo interior de la muchacha y la proximidad de una sugestiva, extraña y arcaica construcción laberíntica en ruinas, cuyo lejano origen todo parece situar en una cultura pagana harto incongruente dentro del territorio de nuestra península, lo que potencia aun más la capacidad fabuladora de la anécdota.

No es difícil hermanar El laberinto del fauno con los cuentos de hadas. Pero las cosas no son del todo lo que parecen, y es viable intuir los esfuerzos del realizador en pos de confundirnos con esa condición ambigua del relato. Según el prestigioso psiquiatra infantil Bruno Bettelheim (1903-1990) «el cuento [de hadas] embarca al pequeño en un viaje hacia un mundo maravilloso, para después, al final, devolverlo a la realidad de la manera más reconfortante. [...] Cuando la historia termina, el héroe vuelve a la realidad, una realidad feliz pero desprovista de magia»[3]. Efectivamente, en El laberinto del fauno hay hadas, faunos, bosques encantados, ogros, sapos gigantes, laberintos, un rey, una reina y una supuesta princesa, elementos todos ellos con los que no se requiere de mucho esfuerzo para identificarlos con todo aquello que configura la escenografía y el dramatis personae de un fairy tale cualquiera. Sin embargo, un análisis menos superficial nos aclara que estamos muy lejos de estar frente a eso. En esa extrañeza reside cierto poder de subversión y una capacidad para hacernos sentir como novedosa una historia trillada, pues, como es habitual en el cine de Guillermo, se utilizan parcialmente unos códigos muy populares, como son los simbolismos propios de ese subgénero literario supuestamente consagrado a audiencias infantiles, para dislocarlos desde dentro y forzarlos a construir otro muy diferente subtexto.

Por definición un cuento de hadas tiene un final feliz, transmite una enseñanza, aporta un punto de vista optimista en la resolución de un problema que, en principio, debemos relacionar siempre con las inquietudes y traumas a los que se enfrenta el niño durante su desarrollo físico e intelectual, asumiéndose la presencia de símbolos muy primarios capaces de sugestionar el inconsciente del niño y de hacerle interpretar la historia en un nivel de entendimiento que ya los adultos tenemos en parte olvidados. Más Del Toro, en su búsqueda constante de revisar el género sin contradecirlo, comienza la historia por el final, con un plano donde es complicado ver alguna suerte de feliz desenlace: Ofelia, tirada en el suelo y agonizante, sangra por su nariz mientras una voz femenina en off tararea una nana. El retroceso sobre sus pasos del reguero de sangre hasta desaparecer en el interior de las fosas nasales de la niña nos indica claramente que la historia que se nos va a contar es un flashback del que no da lugar a engaño el trágico final que ya se nos está dando a conocer y que, por lo tanto, determina la percepción del conjunto de la historia que a continuación se nos ofrece. Contradiciendo la cita anterior de Bettelheim, no solo el final dista de ser feliz, sino que el cierre de ese círculo que abre el aviso que lanzaba al viento el primer plano de la película sumerge directamente a Ofelia en un mundo cuyo origen desconocemos con claridad si se vincula con lo fantástico o reside en ese último momento vivo de su imaginación antes del óbito, tras el que desaparecer física y espiritualmente para siempre.

Del Toro incide en la cualidad fantástica que quiere insuflar al relato más allá de verse forzado por el enfoque que supone convertir a Ofelia en el hilo conductor del mismo. Será el punto de vista de un insecto palo, luego convertido en hada a ojos de la niña, quien nos acompaña tras el convoy que lleva a madre e hija hasta el que deberá ser, de momento, su nuevo hogar. Y ese no es sino otro que el destacamento donde el capitán Vidal (un contundente Sergi López) vive en pleno esfuerzo por conseguir convertirse en digno relevo de su fallecido padre, también militar, aquel que «estrelló su reloj contra el suelo para que constara la hora exacta de su muerte, para que su hijo supiera cómo muere un valiente». Siguiendo ese modelo, Vidal anhela que su hijo nazca en «una España limpia y nueva» donde se desmantele la ingenua idea de que todos somos iguales. El soberbio capitán mostrará su extrema crueldad pasados tan solo unos quince minutos de metraje, cuando, a golpes con el culo de una botella de vino, destroza salvajemente la cara de un joven en presencia de su padre, a quienes luego acribilla sin más contemplaciones bajo la acusación de congeniar con “los rojos”, cuando únicamente estaban dedicados a cazar conejos. Conviven así la trágica realidad con un mundo de hadas que no es tan idílico como se pudiera pensar (ya lo apuntaba antes), sino que se representa como un mundo oscuro, húmedo y hostil, poblado de seres extraños, en general poco amigables, como un sapo gigante o el Hombre Pálido, donde incluso ese fauno amigo de las sombras (como el Hombre Pálido interpretado por Doug Jones), en principio galante, mostrará su ira cuando Ofelia fracasa en una de las pruebas que se le propuso con el fin de verla convertida en princesa si conseguía superarlas. Ese mundo subterráneo, alegoría (o no) del subconsciente de la niña, será el lugar donde esta tratará de acceder a su más intenso deseo: reunirse con sus padres en un mundo alejado de esa maldad que vive instalada en la realidad.

La España que pinta Del Toro –que se puede extrapolar a cualquier otro lugar conocido– es un lugar violento, pero el artista no cae en el recurso facilón de condenar la violencia per se, no la juzga, sino que modula su aceptación en función de sus fines. Despreciable es cuando Vidal asesina a padre e hijo en el episodio antes relatado, cuando tortura a El Tarta para obtener información, cuando dispara por la espalda al doctor Ferreiro (Alex Ángulo, ya tristemente fallecido) o cuando abandona moribunda a su hijastra Ofelia con un disparo en el estómago; pero es reconfortante cuando la utiliza Mercedes (Maribel Verdú en la mejor interpretación que le conozco) para acuchillar en espalda, pecho y rostro al desalmado capitán (con cuya terrible herida en la boca parece querer hacer un guiño al Joker enemigo de Batman), o cuando el hermano de aquella, líder del grupo guerrillero, ejecuta fríamente a Vidal a la salida del laberinto con su bebé en brazos. A diferencia de los parámetros que rigen los cuentos de hadas, Del Toro no abraza el maniqueísmo, por lo que todos sus personajes y todas las situaciones dejan de categorizarse en los extremos para pasar a residir en lugares intermedios: como la vida misma. Es curioso como casi simultáneamente Ofelia y Vidal fallecen, aunque con destinos poéticos muy diferentes: Ofelia va hacia un lugar mejor, acompañada de sus amorosos padres; Vidal, en cambio, viajará hacia la Nada, una vez se le niega incluso el derecho a que su hijo, que hasta segundos antes de recibir una bala sostenía en brazos, conozca en el futuro el nombre e historia de quien fuera su padre; se le niega el recuerdo, la trascendencia, único elemento que a su vez unía a Vidal con su propio padre. En definitiva se anula su existencia con carácter retroactivo.

Ofelia, como ya lo hacían la Aurora Gris de Cronos, el niño autista Chuy de Mimic, ese niño grande que es Hellboy y todos los demás infantes que pueblan la filmografía del director, se revela como un alter ego de este. Niños, o sus sucedáneos, en su mayor parte desplazados de ese mundo de los adultos donde se les fuerza a aceptar como dogma las palabras de Carmen (Ariadna Gil), madre de Ofelia: «la magia no existe». La presencia de todos ellos en los universos creados por Del Toro materializa una reivindicación de esa visión fantástica del mundo a la que el cineasta es incapaz de renunciar: «eso es lo que quería hacer cuando tenía quince años, y lo que quiero seguir haciendo ahora que tengo cincuenta y dos»[4], apostilla sobre su dedicación exclusiva a la fantasía. El mundo terrenal que habita Ofelia no podría ser más detestable, inmersa como se ve en un entorno dominado por el miedo, el hambre y la represión, huérfana de un padre al que amaba e hija de una madre vendida por un plato de lentejas y utilizada por su sádico nuevo esposo como incubadora viviente de la que obtener un ansiado hijo varón. «Cuentos de hadas,... ya eres muy mayor para llenarte la cabeza con tantas zarandajas» es la sentencia que Ofelia recibe por boca de su madre, que insiste en apartarla de ese camino; pero ella no atenderá tales reproches. Su constante vínculo con la fantasía le hará soñar con un mundo mejor, donde su padre, su madre y ella misma, finalmente unidos en otro lugar más allá de la realidad, sí conseguirán ser felices: un anhelo, una ilusión que permanecerá junto a ella hasta el final. Como para el propio Guillermo del Toro, el recurso a la fantasía será el último salvavidas donde agarrarse en ese naufragio anunciado que, como bien sabía Sísifo, es la vida del ser humano.

Juan Andrés Pedrero Santos
(Publicado originalmente en la revista SCIFIWORLD MAGAZINE)

[1] PEDRERO SANTOS, Juan Andrés (Coord.), Las fábulas mecánicas. Guillermo del Toro, Calamar Ediciones, Madrid, 2016, p. 20.

[2] PEDRERO SANTOS, Juan Andrés (Coord.), Las fábulas mecánicas. Guillermo del Toro, Calamar Ediciones, Madrid, 2016, p. 213.

[3] BETTELHEIN, Bruno, Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Editorial Crítica, S.L., Barcelona, 2016, pp. 89-90.

[4] PEDRERO SANTOS, Juan Andrés (Coord.), Las fábulas mecánicas. Guillermo del Toro, Calamar Ediciones, Madrid, 2016, p. 161.